domingo, 26 de julio de 2009

Hogar robado

Wisam nació en el campo de refugiados de Jenin hace 26 años. Para matar el aburrimiento, la familia se reunía por las tardes en la única habitación de la casa y su abuela les contaba historias de Haifa, el lugar en el que residían antes de que la ciudad fuera ocupada por Israel. Hablaban de la preciosa bahía, de las gentes del lugar, del olor a mar, de las cuestas de la ciudad...En 1948 toda la familia fue expulsada del hogar, y tras varios años sin rumbo, se asentaron en Jenin, al norte de Cisjordania.

Me recibe en Ramallah, en su despacho del Panorama Centre, una asociación palestina que busca democratizar el país para prepararlo para la paz. Viste ropa de marca y en su cara asoma una sonrisa de satisfacción, como quien ha salido de la miseria del campo de refugiados y ha triunfado en la capital. Además, saca a su familia adelante.

Tras un intercambio de saludos, Wisam me cuenta orgulloso la gran hazaña de la semana pasada. En el Panorama Centre organizaron un viaje a Haifa para que jóvenes palestinos pudieran ver el lugar de donde proceden sus familias, y que les fue expropiado por las armas. Wisam tuvo la suerte de poder acompañar al grupo. Tuvieron problemas al cruzar la frontera israelí, a pesar de que contraban con un permiso para ese día, pero tras la humillación habitual en el checkpoint, pudieron llegar a Haifa.

Nada más pisar la tierra, sus lágrimas se fundieron con el agua del mar, y el tiempo se detuvo. No era un llanto de rabia, de odio, de rencor, sino de emoción, de felicidad, que por fin y por poco decide salir a relucir. Luego se tornó en tristeza, al ir constatando que nada quedaba ya de aquellos lugares de los que le habló su abuela. Altos y modernos edificios inundan ahora la ciudad, y las casas de los antiguos habitantes palestinos han sido borradas del mapa. Se dio cuenta de que lo más probable es que su abuela no pueda volver allí. Mejor, casi mejor. Ni siquiera la naturaleza está inalterada. Las playas están rodeadas de muro y alambrada, y sólo se puede acceder pasando un control policial.

La conversación sigue por otros derroteros. Wisam se interesa por España; me pregunta por el problema del agua -también muy patente en Palestina- y si finalmente se realizó el trasvase del Ebro. También comenta el creciente papel de la mujer en todas las esferas de la vida española. Pero lo que más me impactó fue su frase de despedida, que refleja muy bien el sentir del pueblo palestino: “Mira Dani, a mí me da igual si se soluciona el problema estableciendo 1, 2 ó 16 Estados. Yo no quiero ganar, ni que me Israel me pida perdón o me indemnice por las propiedades que robó a mi familia. Lo único que yo quiero es poder moverme libremente por el territorio en el que vivo, ir al mar, al desierto, al lugar de donde procede mi familia...”

El de Wisam es sólo un rostro de los 8 millones de refugiados palestinos que hay en la actualidad. Querido lector, gracias por tu tiempo. Espero que esta historia no te amargue tu plácido día, y que disfrutes del café.

sábado, 25 de julio de 2009

Las semillas de la ocupación

En Palestina no sólo los seres humanos sufren. También la vegetación es instrumento para la opresión.

Por un lado, se plantan árboles en antiguos pueblos palestinos, para hacerlos desaparecer de la memoria colectiva, y que esos lugares no sean reivindicados de nuevo. Esto es lo que sucede con el Canada Park. Tras la guerra de los seis Días, Israel tomó el control de Mo´din y los pueblos adyacentes. Seis años después, un magnate judío de nacionalidad canadiense, Bernanrd Bloomfield, decidió recaudar fondos y plantar miles de árboles en la zona donde estaban las casas palestinas. Hoy es el llamado Canada Park, donde miles de israelís van a pasar el fin de semana con los niños y a hacer barbacoas. Entre los troncos de olivos, cipreses y almendros, aún pueden verse restos de construcciones pasadas, en las que el gobierno israelí, ni corto ni perezoso, ha puesto carteles que llevan rúbricas tales como “baños romanos” o “fortaleza de los cruzados”, en un gran alarde de imaginación. No cabe duda de que son viviendas palestinas destruidas en 1967. Zochrot, una asociación israelí para la recuperación de la memoria anterior a 1967, ha tratado de poner carteles informando a los visitantes de que las ruinas que ven son de casas palestinas. Al segundo día desaparecieron, y cuando pidieron responsabilidad a las autoridades del parque, les respondieron que los probablemente las placas de metal habrían sido robadas por algún chatarrero. Es curioso ver que las que hacen referencia a los supuestos baños romanos sigan en su sitio después de tantos años. Hay un proceso judicial abierto que ya ha llegado a la Corte Suprema de Israel.

Pero hay otro uso aún más grave de la vegetación en el conflicto, la tala de árboles. En Ni´lin, en la zona que quedó dentro del control palestino después de 1967. la fuente principal de ingresos era la agricultura. Ahora sus únicos ingresos son las donaciones de la comunidad internacional. Israel cortó los 10.000 olivos que había a las afueras del pueblo, alegando que servían como escondite a los terroristas. No los cortó de raíz, para replantarlos en otro sitio, sino por la mitad, dejando el paisaje inundado de tocones. Además, tras la construcción del muro, 120 familias se encontraron con que sus tierras de cultivos habían quedado al otro lado del hormigón, con lo que no podrán volver a recoger sus cosechas. Ni´lin exportaban 50.000 toneladas anuales de cactus a Jordania. Desde que Israel controla la frontera con Jordania, el paso de estos productos está prohibido. Querido lector, muchas gracias por su atención. Espero que disfrute del café.

La ocupación israelí


Desde 1948 Israel ha ido extendiendo sus fronteras mediante el uso de la fuerza. Hasta 1967 fue a través de guerras en las que combatían ejércitos regulares. Ahora se van anexionando ciudades, ríos y acuíferos de manera subrepticia, con colonos e intervenciones en "aras de la seguridad". Como se puede ver, a Palestina ya sólo le queda el 12% del territorio inicial. Las dos franjas de tierra que quedan, Cisjordania y Gaza, están separadas por territorio israelí, y el acceso a Gaza en la actualidad sólo está permitido a periodistas y diplomáticos con permisos. Para ir de una ciudad a otra, dentro de Cisjordania, hay que pasar varios checkpoints con soldados israelís, y en ciudades como Nablus el ejército de Israel impone un toque de queda de 12 a 6 de la mañana. El río Jordán y el Mar Muerto, así como el espacio aéreo palestino, son de exclusivo control israelí.

La situación es clara. Por un lado, hay una potencia militar, Israel, de superioridad incontestable-salvo su tropiezo ante Hizbullah hace ya más de 2 años-. La sociedad israelí vive cómoda con la ocupación, la industria militar está contenta, y poco a poco van recuperando los lugares santos, con los ingresos por turismo que eso implica. Al-Quds (Jerusalem) ya está casi tomada, y Belén y Hebrón no tardarán. Su objetivo es que todos los palestinos abandonen su tierra o se conviertan en ciudadanos de segunda en Israel, así como evitar que los 8 millones de refugiados palestinos regresen a sus hogares.

Por el otro lado tenemos un país de instituciones débiles, cuya población siente hastío político, ante tanta falsa promesa de sus dirigentes. La ANP apenas tiene competencias, de facto, para satisfacer las necesidades de sus habitantes, y muchos de los líderes de Fatah están corrompidos hasta la médula. Y ni Hamas ni ninguna organización yihadista tiene capacidad de amezana suficiente como para que Israel tema por su integridad territorial.

En definitiva, a Israel le interesa completar la ocupación, y Palestina no tiene fuerza suficiente para evitarlo. O la comunidad internacional actúa, o Palestina se extinguirá. Con este blog pretendo contar mi experiencia por esas tierras, y contribuir a esclarecer lo que está sucediendo, poniendo rostro a la tragedia, desde la convicción de que cada europeo o norteamericano tiene en sus manos la posibilidad de cambiar las cosas.