Los judíos ultraortodoxos siguen estrictos mandatos en su vida diaria: comida kosher, no usar coches ni autobuses en shabat, no comer carne y lácteos a la vez, no cortar papel higiénico durante el shabat, cubrir a la esposa mientras se mantienen relaciones sexuales, para que no quede nada de su cuerpo al descubierto, no hacer el servicio militar... Sólo hay algo que parece permitido, a juzgar por los últimos acontecimientos: mentir.
Cada vez son más las voces que desde la sociedad israelí reclaman una igualdad de trato para todos los ciudadanos. Los ultraortodoxos gozan en Israel de un estatus especialmente privilegiado, con cuantiosas ayudas económicas para el ejercicio de su religión, que crean excesivas oportunidades para la corrupción y la malversación de fondos. En total, hay en Israel 245.000 niños y niñas que estudian en escuelas ultraortodoxas -o quizás algunos menos si restamos los inventados-.
En la actualidad, Israel se encuentra inmerso en un verdadero debate nacional sobre los fondos que se destinan a los ultraortodoxos y a sus instituciones educativas, en especial tras al reciente jurisprudencia del tribunal Supremo, que estima que las ayudas a las escuelas religiosas judías son discriminatorias para el resto de la población. Tras esta sentencia, los partidos ultraortodoxos han propuesto que se den ayudas económicas a aquellos jóvenes con más de tres hijos, lo que al final tiene el mismo efecto desigual que las ayudas a las escuelas, pero que no supone una discriminación directa.
En definitiva, el descubrimiento de esta red de corrupción muestra, una vez más, que quienes imponen rígidas pautas de comportamiento a sus conciudadanos y se muestran indiferentes frente al sufrimiento palestino, no tienen escrúpulos en manipular e inventar lo que sea con tal de hacerse con unos pocos shekels más.
¿Y qué opina de todo esto el que financia a ese estado?.
ResponderEliminarHabría que preguntar al contribuyente norteamericano,tan "alérgico" a pagar impuestos de por sí,cuál es su opinión sobre la casta superior del país que mantiene cuando ésta se embolsa mediante fraudes y corruptelas su dinero.
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