Hace algunos años, alemanes y franceses, con el patrocinio de la FIFA, decidieron levantar un estadio de fútbol en el Bireh, a las afueras de Ramallah. Era un proyecto que se aprobó en 1981, autorizado por Israel. Su construcción efectiva no se llevó a cabo hasta 2008, cuando el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, puso la primera piedra. Acaba de ser terminado, y por fin la selección Palestina iba a poder disputar sus partidos oficiales en un estadio con capacidad para 8.000 personas.
Sin embargo, el Ministerio de defensa de Israel acaba de ordenarla demolición del estadio, porque sostiene que parte del mismo se encuentra en lo que desde los acuerdos de Oslo se conoce como "Zona C". En estos acuerdos, Cisjordania fue dividida en tres zonas, según el grado de control que se les otorgase a los palestinos, pero sin olvidar que tanto la Zona C como la A y la B están dentro del territorio palestino. Israel ha incumplido manifiestamente los acuerdos del Oslo, invadiendo la zona A cuando ha querido, y por lo tanto, éstos quedan ya sin validez, si tenemos en cuenta, por ejemplo, el artículo 60 de la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados.
La verdadera razón que subyace tras esta repentina orden es evitar que la selección palestina de fútbol comience a disputar partidos en su propio estadio. Israel quiere jugar la Eurocopa y que los clubes israelís participen en las competiciones UEFA, y sin embargo niega a la selección palestina su derecho a jugar partidos como local.
No es ésta la primera vez que Israel actúa de esta forma. El 30 de marzo de 2006, el Estadio Nacional Palestino de fútbol, ubicado en Gaza, fue bombardeado por la aviación israelí, y tras ser reconstruido por la propia FIFA, el ejército israelí lo destruyó completamente en el mes de abril.
Querido lector, usted no se preocupe por estas menudencias. Sé que la Champions League es más vistosa si juega el Macabbi Haifa, y que la Euroliga de baloncesto no sería lo mismo sin el Macabbi Tel Aviv. Por lo tanto, usted no se movilice, no envíe una carta de queja a la FIFA, porque a usted estas cosas no han de preocuparle. Síentese en el sofá, encienda la tele, y disfrute del fútbol mientras saborea un delicioso café.