Surqui es un niño de 7 años, que vive con su hermana Aisha y sus padres en la localidad palestina de Al-Aqaba -región de Tubas-, al noreste del país. A juzgar por la casa medio rota y llena de humedades, se trata de una familia humilde.
Surqui siempre ha querido ser capitán de barco. Quizás sea porque le gustan los uniformes de los soldados que ve, pero no la violencia. O puede que sea el amor a la libertad que da la amplitud del mar. ¿Quién mejor para amar la libertad, que una familia que lleva viviendo sin ella 42 años?
Surqui conoce "el mar" a la perfección. Jamás se ahoga, y no tiene problemas para meter la cabeza debajo del agua y abrir los ojos para explorar el fondo. Intenta que su hermana también se bañe con él, pero Aisha siempre termina llorando y deseando salir. De momento, Surqui sólo puede tener barcos de plástico, debido a que "el mar" es poco profundo, y los barcos grandes se encallarían.
Al recibirnos, el padre de Surqui nos enseña el título de propiedad de su casa, que tantas veces le han rechazado las autoridades israelís. Y es que en 1967, Israel decidió establecer en Al-Aqaba una zona de entrenamiento militar, por lo que sus habitantes viven literalmente encerrados en el pueblo. Se trata del único pueblo palestino en el que todas las casas tienen una orden de demolición por parte de Israel. No les vale ningún título ni registro. Israel se ha propuesto crear una zona militarizada en pleno corazón de Palestina. Una vez más, la legalidad es irrelevante para quien se sabe en posesión de la fuerza.
Unas 300 personas, entre ellas la familia de Surqui, aún resisten al asedio diario de Israel. El aspecto físico de Surqui, como el de la mayoría de personas que encontré en Al-Aqaba, es de gran contraste. Por un lado, sus ropas deshilachadas y sucias revelan las penurias materiales que están atravesando, cercados por el ejército y olvidados por su gobierno y por el mundo. Sin embargo, al explorar en sus ojos, encontré en todos ellos la mirada digna y limpia de quien se sabe víctima de una injusticia, y aún asi sigue haciendo lo correcto, usando la resistencia pacífica como único arma.
PD. "El mar" es el nombre que da su padre a la bañera de su casa, donde Surqui chapotea cuando hay agua corriente en el pueblo. La realidad, es que Surqui vive a pocos kilómetros del mar, pero nunca ha podido estar allí. En los días claros, quizás pueda encaramarse a alguna colina cercana y adivinar, a lo lejos, el surco que alberga las aguas del Mar Muerto. Pero los controles militares le impiden acercarse más, sentir esa curiosa mezcla de agua y sal en su piel, y sobre todo navegar.
Querido lector, la realidad no es agradable. Menos mal que la fantasía es un efectivo disfraz contra la tragedia, que hace más liviano el peso de su conciencia. Espero que esté disfrutando de un fin de semana apacible en un enclave cualquiera de las costas españolas, y que los sudokus que haga en su tumbona le permitan olvidarse de la mirada sincera de Surqui. Especialmente hoy, eche mucho azúcar en su café para le endulce lo que queda de fin de semana.
Enhorabuena! seguramente el mejor que te leí hasta ahora. Sigue por este camino que además, para mal o para bien, la protesta entretejida de belleza retórica suele llegar más lejos, claro que muchos no consiguen ver el principio del hilo...
ResponderEliminarsaludos de un mañico norteño ;)
De acuerdo con"Anónimo". Gracias a este blog me entero del insulto y la vejación diaria que sufre el pueblo palestino,pues sólo salen en prensa cuando a "álguien"se le va el gatillo(O el helicóptero)y provoca una matanza.
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