jueves, 6 de enero de 2011

Salam Fayyad y la revolución silenciosa

Desde hace ya algunos meses, el liderazgo en Palestina no lo ejerce Mahmud Abbas, sino el primer Ministro, Salem Fayyad. Este economista de 58 años presentó el pasado 23 de agosto de 2009 su plan "Estableciendo un Estado Palestino", que planteaba crear las instituciones necesarias para un Estado, así como relanzar la maltrecha economía palestina. Es decir, Fayyad proponía algo novedoso: en lugar de depender del reconocimiento internacional y del fin de la ocupación para convertirse en Estado, constató que Palestina ya es un Estado independiente, desde la declaración de independencia de Yasir Arafat en 1988, y que lo que hacía falta es que la realidad palestina también sea la de un Estado.

De esta forma, el plan de Salam Fayyad, cuya apuesta principal es concentrarse en todo aquello que no depende de Israel y tratar de olvidarse del país ocupante, tiene dos vertientes: la interior, que consiste en políticas para mejorar la vida de los habitantes de Palestina y la exterior, que aspira al fortalecimiento de las relaciones entre Palestina y otros países.


Por lo que respecta a la dimensión interior, el plan de Fayyad está dando sus frutos. En 2009, el crecimiento económico fue de un 7,2% en Cisjordania y del 5,2% en Gaza, y para 2010 se estima que la economía palestina crecerá por encima del 8%. En 2010, el turismo creció un 60%. Ciudades como Belén recibieron 1,4 millones de visitantes, con un gasto en hoteles, restaurantes y centros comerciales de la ciudad de 250 millones de dólares. El desempleo se ha reducido en dos puntos porcentuales y la construcción está experimentando un boom sin precedentes.

La seña de identidad de todo este proceso de desarrollo es sin duda Rawabi, la nueva ciudad palestina que se ha proyectado al norte de Ramallah, y que dará empleo a unos 15.000 palestinos hasta ahora desocupados. A pesar de las trabas que está poniendo Israel, el proyecto sigue en marcha.

En cuanto a la vertiente exterior, el plan de Fayyad, compartido por Abbas, consiste en ir logrando pequeños triunfos a escala internacional, que supongan avances hacia un Estado Palestino plenamente reconocido. Tras muchos meses de trabajo, Palestina está empezando a recoger los frutos. Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador reconocieron el pasado mes de diciembre el Estado Palestino. Paraguay, Uruguay y Chile han anunciado que lo harán a lo largo de 2011. Con anterioridad ya lo habían hecho Venezuela, Cuba, Costa Rica y Nicaragua.

Asimismo, varios países europeos han dado un primer paso hacia el reconocimiento, consistente en elevar a la categoría de embajada la delegación palestina en su territorio. Así, el pasado 15 de diciembre se inauguraba en Oslo la embajada palestina. Otros países, como España, Francia y Portugal han anunciado que seguirán los pasos de Noruega y que además, reconocerán el Estado Palestino a lo largo de 2011.

Todos estos avances hacia el Estado Palestino están poniendo muy nervioso a Israel, que en un acto de extrema arrogancia ha llegado a comparar la viabilidad del Estado Palestino con la de "El Estado de Facebook". Sin embargo, lo cierto es que esta ola de reconocimientos internacionales, ya irreversibles, no deja de cobrar fuerza y representa la principal esperanza de los palestinos en su lucha por el fin de la ocupación.

Sí, queda mucho por hacer: la entrada en la ONU, un acuerdo de Fatah y Hamas para que Gaza y Cisjordania vuelvan a depender de una autoridad única, determinación de las fronteras, solucionar el tema de los refugiados, la capitalidad de Jerusalén... Pero en un territorio ocupado, plagado de checkpoints y limitaciones a la libertad de movimientos, sin espacio aéreo propio ni fronteras claramente definidas, asfixiado por las atrocidades y matanzas israelís, el mero hecho de salir cada día de casa y dirigirse al lugar de trabajo para desempeñar las tareas que a cada cual correspondan con dignidad y rigor, es el mayor acto revolucionario posible.